Si hemos ido a Santiago, pero se nos ocurrió probar el aparatito de moda es que llevamos en el coche, el GPS; para hacer una comparativa entre el famoso Tomtom y uno de esos gratuitos o semigratuitos que te bajas para el teléfono o la tablet Android.
El experimento consistió en poner en ambos el mismo punto de partida y de llegada, ambos tenían la cartografía actualizada y se situaron sobre el mismo vehículo, en caso de contradicción en las rutas se elegiría de forma alterna la de cada aparato; por lo que el no elegido debería calcular la nueva ruta y ajustarse a la del otro aparato. Seleccionamos la ruta más corta en ambos aparatos y nos echamos a la aventura.
Después del cuarto giro 10 primeros km y 5 actualizaciones de ruta ya no sabíamos donde estamos. Los aparatos pasaron de chillar los números de las carreteras en orden creciente, primeros fueron AC cuatrocientos y pico, después fueron los miles para terminar en los seis miles; desesperante. Eso si descubrimos numerosos sitios de gran belleza, con arboles inmensos, aldeas ocultas y carreteras algo más que estrechas, en alguna de las cuales nos toco maniobrar por la presencia de otro despistado como nosotros.
Tras un deambular por las vías asfaltadas de Galicia llegamos a la ciudad del Santo Patrón de España, Santiago de Compostela; como es habitual toda llena de peregrinos semi cojos, buscando las certificaciones del caminantes, vamos lo de cada día. El bullicio era importante y en cada esquina alguien tocaba un instrumento, muchas nacionalidades se dispersaban por las numerosas escaleras del templo comentando los avatares del viaje, despidiéndose y dejándose las direcciones para seguir en contacto.
La visita a las tiendas fue obligada, buscando el regalito que faltaba para llevar a la MAMA, al ABU o al coleguilla, restregándole a cada uno de ellos que hemos estado en Galicia de vacaciones y ellos no.
De vuelta al hotel decidimos intentar darnos un baño en las gélidas aguas del mar, en la playa de Ermida Ponteceso; es una playa pequeña, pero con una bonita puesta de sol, poca gente y arena fina y blanca.
Si se va por esta zona no perderse un paseo por esta playa al atardecer, merece la pena.
El experimento consistió en poner en ambos el mismo punto de partida y de llegada, ambos tenían la cartografía actualizada y se situaron sobre el mismo vehículo, en caso de contradicción en las rutas se elegiría de forma alterna la de cada aparato; por lo que el no elegido debería calcular la nueva ruta y ajustarse a la del otro aparato. Seleccionamos la ruta más corta en ambos aparatos y nos echamos a la aventura.
Después del cuarto giro 10 primeros km y 5 actualizaciones de ruta ya no sabíamos donde estamos. Los aparatos pasaron de chillar los números de las carreteras en orden creciente, primeros fueron AC cuatrocientos y pico, después fueron los miles para terminar en los seis miles; desesperante. Eso si descubrimos numerosos sitios de gran belleza, con arboles inmensos, aldeas ocultas y carreteras algo más que estrechas, en alguna de las cuales nos toco maniobrar por la presencia de otro despistado como nosotros.
Tras un deambular por las vías asfaltadas de Galicia llegamos a la ciudad del Santo Patrón de España, Santiago de Compostela; como es habitual toda llena de peregrinos semi cojos, buscando las certificaciones del caminantes, vamos lo de cada día. El bullicio era importante y en cada esquina alguien tocaba un instrumento, muchas nacionalidades se dispersaban por las numerosas escaleras del templo comentando los avatares del viaje, despidiéndose y dejándose las direcciones para seguir en contacto.
La visita a las tiendas fue obligada, buscando el regalito que faltaba para llevar a la MAMA, al ABU o al coleguilla, restregándole a cada uno de ellos que hemos estado en Galicia de vacaciones y ellos no.
De vuelta al hotel decidimos intentar darnos un baño en las gélidas aguas del mar, en la playa de Ermida Ponteceso; es una playa pequeña, pero con una bonita puesta de sol, poca gente y arena fina y blanca.
Si se va por esta zona no perderse un paseo por esta playa al atardecer, merece la pena.
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